A ti, mi querida caperucita
Te escribo esta carta, con el deseo latente de poder verte, tan pronto como sea prudente, sabiendo que las excusas, comienzan a parecer falsas, aunque sigan siendo necesarias, para esos, nuestros furtivos encuentros en el bosque o la cabaña, esa que siempre alegas, que pertenece a tu abuela, aunque nadie sabe que ella no se encuentra, pues hace mucho que hizo su maleta, para emprender un viaje, dejándola en tus manos para su cuidado.
No puedo decir lo contrario, no has faltado a tu palabra, de visitar la cabañuela para hacer la limpieza, manteniendo todo ordenado y en perfecto estado. Fue en una de esas jornadas, que te viera en caminata, con tu pequeña capucha de color escarlata, danzando alegremente por toda la estancia, tan solo una mirada logro la añoranza de comer de tus labios y toda tu alma, lo que me hizo seguirte los pasos en cada posible marcha
Ahora sé, que fue demasiada la espera y tormentosa la calma, después de todo, yo soy un feroz lobo, que busca la carne, esa que puede ser devorada. Tus pasos en el bosque, resonaban a lo ancho, haciendo que los latidos retumbaran en el pecho, mientras abriendo mis fauces, salivaba de deseo, a tal punto que, en su momento, sin darme cuenta fui hasta tu encuentro, ciego de pasión y deseo. Tu recogías flores del suelo, yo me acercaba con sigilo etéreo y aun así para mi sorpresa, con tan solo mirarme dijiste risueña ‘ya era hora de que aparecieras’
Por un instante, toda la calma pareció abandonarme, tú me miraste con agudeza, sonriendo picaresca y caminando insinuante, el olor de tu cuerpo no tardo en alcanzarme, cada centímetro de mi cuerpo, se mantenía vibrante ante tu cercanía asfixiante, entonces tu mano pasaste, comprobando mi talante, ‘estas temblando’, dijiste, de manera inquietante, como quien se regodea al haber descubierto algo importante
Para entonces mis instintos ya eran incontrolables y haciendo caso omiso de la cordura, decidí abalanzarme hacia tu carne, haciendo que tus gemidos inundaran desde el valle hasta la montaña, a partir de entonces siempre vuelves a buscarme, sabiendo que entre mis fauces has de ser devorada. Pobres de aquellos que buscan finales felices, sin saber que de felices pueden no tener nada, tu, sin embargo, sabes bien para que son mis fauces, ‘para comerte mejor’
Por ahora, me deleito en el recuerdo de nuestro primer encuentro y todos los que le sucedieron, esperando impaciente el momento de volver a verte, jadeando como siempre lleno de deseo, haciendo tiempo para poder complacerte, porque al estar presente el tiempo nos traiciona, creando momentos que pronto se agotan, pero no así las ganas, no así la pasión desenfrenada
Atentamente, el lobo feroz
P.D. te esperare en el bosque que, a diferencia de la cabaña, te deja ver las estrellas con los ojos y con las ganas
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